Luego de estar al frente por más de siete años de la filial argentina y del Cono Sur del grupo francés de bebidas alcohólicas Pernod Ricard, decidió dejar la empresa para avanzar en un proyecto propio: su bodega de alta gama en Mendoza.
“Trabajé 40 años en relación de dependencia y, al cumplir 60 años, decidí que era el momento de comenzar mi propio proyecto”, cuenta Otero, quien dejó su cargo 2009, tras ser gerente general de Argentina y luego del Cono Sur de Pernod, uno de los gigantes mundiales de vinos y espirituosas, con marcas como Chivas Regal, Jameson, Graffigna o Etchart, entre otras, y donde coordinó la fusión a nivel local del grupo con la compañía adquirida a nivel mundial, Allied Domecq.
“Trabajé 40 años en relación de dependencia y, al cumplir 60 años, decidí que era el momento de comenzar mi propio proyecto”, cuenta Otero, quien dejó su cargo 2009, tras ser gerente general de Argentina y luego del Cono Sur de Pernod, uno de los gigantes mundiales de vinos y espirituosas, con marcas como Chivas Regal, Jameson, Graffigna o Etchart, entre otras, y donde coordinó la fusión a nivel local del grupo con la compañía adquirida a nivel mundial, Allied Domecq.
“El proyecto de la bodega propia había empezado en 2002, cuando las marcas de Seagram, donde yo trabajaba, fueron compradas por Pernod. Pero, como yo seguí en el grupo, el proyecto propio quedó a cargo de uno de mis hijos”, agrega Otero.
Como parte de su retiro de la empresa, el ejecutivo recibió en 2009 la licencia, con opción de compra, de dos marcas de espirituosas, el whisky Black Jack y el licor Cubana. “Al tener esas dos etiquetas, decidí replantear la cartera que teníamos de vinos”, explica Otero, hoy al frente de su bodega, bautizada Sangiorgio Fornari, en honor al apellido (Sangiorgio) de su mujer y en la que participan también sus hijos, Gastón y Matías Otero.
Antes de su salida, en 2008, fue preparando el terreno para avanzar en el proyecto boutique, al adquirir 24 hectáreas en San Carlos, Tunuyán, en el Valle de Uco, Mendoza. “La finca tenía 7 hectáreas de viñedos, pero no eran de la calidad que buscábamos, por eso plantamos nuevas vides, de cero”, cuenta.
Como los nuevos viñedos son aún jóvenes y no dan abasto, por el momento, la empresa adquiere uvas y vinifica en la bodega Cruz de Piedra, bajo el asesoramiento de Eno Rolland, la consultora del afamado enólogo francés Michel Rolland.
Días atrás, Otero presentó en Buenos Aires sus tres líneas de vinos, Don Miro Varietales ($ 23), Don Miro Reserva ($36) y Sangiorgio ($ 50).
“Elaboramos 120.000 botellas al año, de las cuales el 70% corresponde a la línea varietales. Y estamos trabajando en un nuevo vino del rango de los $ 100, Sangiorgio Reserva, que saldría al mercado antes de fin de año”, anticipa Otero.
La empresa ya vende en supermercados y vinotecas, pero ahora apunta a crecer más en distribución, aprovechando también que en su cartera están las dos espirituosas, que elabora en una planta de terceros bajo supervisión de Pernod Ricard, Black Jack y Cubana, que se venden bien sobre todo en el interior, cuenta.
Pero, al mismo tiempo, avanza con su plan de exportación. “Ya comenzamos a vender a Estados Unidos; estamos en tratativas para ingresar en restaurantes y hoteles de China y también planeamos llegar a Brasil”, precisa.
Con el esperado aumento de las ventas en el país y el previsto en el exterior, la bodega Sangiorgio Fornari prevé crecer 20% el año próximo.
Si todo marcha según los planes, más adelante el hoy empresario comenzaría a construir una bodega propia. “La idea es que esté orientada a la alta gama, con una capacidad de 150.000 a 200.000 litros. Pero, para poder concretarlo, dependemos de que haya un mayor acceso al crédito para Pymes”, advierte Otero. El ejecutivo se refiere así a la necesidad de disponer de fondos para impulsar su proyecto. Por ello, aclara: “Estoy abierto al aporte de algún grupo inversor para que la bodega pueda crecer”.
Fuente: El Cronista
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