Rolland es uno de los personajes más influyentes en el sector a nivel internacional, asesorando a más de 100 bodegas en 13 diferentes países, lo que le valió el mote de “flying winemaker”. Si bien hay un pequeño grupo de hacedores de vino reconocidos como los vectores técnicos en los que se apoyó el sector para lograr los grandes caldos argentinos que hoy gozan de tanto prestigio, es a Rolland a quien se nombra por haber logrado posicionar al vino argentino en el primer plano internacional.
Fue sin dudas él quien motorizó las inversiones extranjeras, y quien puso al Malbec en el pedestal y el máximo reconocimiento internacional que hoy tiene.
Fue fundamental para ello el proyecto del Clos de los Siete, un selecto emprendimiento que traccionó Rolland, asociando a un reducido grupo de millonarios franceses..
En ese contexto, Rolland señaló que “ésta es la cuarta bodega del Clos de los Siete, un proyecto grande, fantástico, una muy linda bodega”.
Llegó por primera vez a la Argentina en 1988. “Es una larga historia –narró–, porque empecé hace 22 años, cuando vine a Salta, que es otra historia, otro mundo”.
“Poco a poco me enamoré de Argentina, y después de algunos años llegué a Mendoza, donde asesoré a casi todas las grandes bodegas del país, y yo me había convencido que acá había un potencial enorme. Entonces me puse a buscar un campo, y en 1998 encontré este lugar”, dijo.
Se trata de Vistaflores, unos 100 kilómetros al sudoeste de la capital provincial, en el corazón de Valle de Uco, al pie de la Cordillera de los Andes, con enormes extensiones de suelo pedregoso, inculto, que a partir de este proyecto del Clos de los Siete se fue transformando en el vergel de la actualidad.
“En este lugar había más de 800 hectáreas; entonces teníamos que encontrar inversores, socios. Traté de convencerlos de venir, y acá estamos”, explicó.
Sobre qué depara el futuro para el vino en general, y para la Argentina en particular, Michel sostuvo: “Yo no tengo la respuesta, por supuesto, pero si yo pensara un solo minuto que no hay futuro para Argentina, no estaríamos aquí hoy”.
“Y yo pensé –agregó– desde hace mucho tiempo que Argentina tenía, y lo seguirá teniendo, un enorme potencial, y puede ser dentro de los productores mundiales de vinos un país con una importancia fuerte”.
Ante el crecimiento y el reconocimiento en el mundo hacia el Malbec, muchos dicen que Argentina no tiene que basar su promoción sólo en este varietal, pero el francés opinó: “Los argentinos no tienen que pelear contra el emblemático Malbec. Cada uno tiene una bandera, y Argentina tiene su propia bandera. No vamos a cambiar la celeste y blanca, y su fuerte sol. En materia de vinos, la bandera de Argentina es, sin dudas, el Malbec. Todo el mundo lo reconoce”.
Fuente: www.elciudadanoweb.com
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